Culturas milenarias




















Gracias a antiguas culturas, podemos hoy ser quienes somos.





Carpe Diem


Al final, vale más una vida corta pero bien vivida que una vida larga desaprovechada.





Tan pero tan...



























Tan cerca pero a la vez tan lejos,

tan facil de llegar pero imposible de conseguir,

tan simple como una montaña y complicada como la vida misma.






Lo que la realidad esconde


























La vida mil vueltas dara,
ella personas descubrirá 
y el en la lejanía cabalgara.

Esos sonidos de paz
a la mujer relajarán.
Mientras cada invierno,
el gran caballero 

se echará a llorar.





Un día muy especial




























Bilbao, 28 de febrero de 2016

Mañana estarás aquí. ¡Qué bien! Siempre me hace ilusión cuando llegas. Siento ese cosquilleo nervioso en el vientre, esa ansiedad inocente que predice que algo muy deseado se aproxima.

Miro el reloj. Avanza lentamente. Tic. Despacio. Muy despacio. El sonido seco de la manecilla hace eco en la habitación. Oigo a lo lejos, a ratos, el zumbido de la nevera en la cocina. Tac. El resto es silencio. Estoy inquieto y ando de un lado para otro. Tic. No hay nadie más aquí. La respiración me agita el pecho. Tengo sueño, no puedo dormir. Tac. Durante un par de segundos se me vence la cabeza. Me asusto. Parece que caigo al vacío. Pero vuelvo consciente y sigo esperando. Te siento cerca. Tic. La espera es eterna. Tac.  

Han pasado cuatro años desde la última vez. La recuerdo muy bien. Fue un miércoles. Disfrute de ti todo el día. Saboreé cada instante, cada cosa que hice. No olvidaré esa sensación. Me colma de gozo, porque sé que es un día muy especial. Aprovecho cada instante. Pero sé que será breve. Un placer efímero. Como todos.

Va a ser la octava vez. Lunes. Sábado. Jueves. Martes. Domingo. Viernes. Miércoles. Y otra vez lunes. Esta vez será lunes, 29 de febrero.

29 de febrero. ¡Qué ganas! ¡Qué día tan maravilloso!

¡Qué pena! Hasta dentro de cuatro años no volverás. Será sábado. Te espero. 





Los vigilantes de la Amatxo









































Oh, otoño,

Cuando las hojas de los cantarines arboles sueltas,

Yo odio.

Por eso, ansiada primavera, tú me gustas,

Ya que haces que las hojas

De estos vigilantes

Bajo la guarida de la amatxo

Con color luzcan.






Cuántos pasos hay que dar para alejarse de la rutina


















Calculo que llevaré aproximadamente hora y media de camino. Avanza, guiándome entre barrios cada vez más pequeños, esquivando con habilidad las últimas casas, huyendo de carreteras. La pista dejó de ser de piedra y se ha convertido en sendero de barro.
Se adentra por el bosque. Y ya no hay cobertura, ni consuelo tecnológico alguno. Tampoco lo tuve en la ciudad que me desterró. Debería sentirme relajado, pero no es así.
Recuerdo el salir de mi casa.
Preferí  continuar intentando valerme por mí mismo y caminar hasta el viejo caserío familiar.
Llevaré dos horas de camino. Por suerte hace tiempo que “hora” dejó de tener significado. Y quiebro tras quiebro del camino se desdibuja el significado de “sábado”. También de “lunes”. Incluso de “paro”. Sólo el camino parece permanecer  hasta llegar a una fuente natural. El viento sopla entre los árboles y me relaja, un poco.  Espero que al menos el agua gratuita sea potable.
La cantimplora se va llenando con un tono cada vez más agudo.

A mi espalda, Bilbao despierta…





La rosa, el reflejo de la vida







































La rosa, el reflejo de la vida.

Sus espinas también la hacen bella.

¿Qué sería la rosa sin sus espinas? ¿Qué sería la vida sin obstáculos que superar?

Atrévete, coge la rosa, sin miedo a pincharte, porque  la herida de sus espinas podrás curar. Si no te arriesgas, no te dañarás, ni tendrás nada que sanar. No temas,  o de lo contrario nunca poseerás la belleza de la rosa.

La rosa, el reflejo de la vida.





La mesa de los Tres Reyes




























·     Ama, puedes venir un poco, es que no me puedo dormir…!
·     Iker, duérmete que mañana tenemos que madrugar...!
·   Ama, es que no sé qué me pasa, estoy nervioso pensando en mañana. Dice aita que vamos a subir un monte que es digno de ver, pero que es muy difícil y hay que andar con mucho cuidado. Y si yo no puedo seguirle o me resbalo, que pasa?.
·     Tranquilo , verás como puedes, además, por eso aita no se va a enfadar y estará todo el rato contigo, así que no te preocupes. Duérmete y descansa, por que mañana tienes que estar como un campeón y en plena forma. Ya verás qué bien os lo vais a pasar!!!!. Tu hermana y yo os estaremos esperando abajo, en el pueblo, hasta que volváis.

Y según lo previsto, a las 6 de la mañana, todavía sin amanecer, padre e hijo inician su aventura. Es el primer monte que van a intentar culminar juntos.
El padre con la ilusión de ver a su hijo Iker caminando a su lado, como él de pequeño, iniciaba su andadura montañera en compañía de su aita, y su hijo Iker, con la alegría por ser la primera vez en subir un monte tan importante y con la incertidumbre de saber si podrán terminar el recorrido.

Eso decidirá si compartirán esta afición en el futuro.

Con las primeras luces del alba, llegan al refugio de Linza, punto de partida por excelencia.
Aita me dice que tenemos que andar con cuidado, porque es la primera vez que sube a este monte y además, el terreno está mojado y resbaladizo. Por ello, decide unirse a un grupo de montañeros, con los que coincidimos en el refugio, de los muchos que estaban preparando la subida y que tenían pinta de ser más expertos en este monte que nosotros.

Por fin, después de ajustar bien las mochilas, comenzamos a andar; qué bien, ya tenía ganas, se me estaba haciendo larga la espera.
Todos iban hablando y comentando lo difícil que será esta o aquella , o si lo haremos en tanto o en cuanto tiempo, y mi aita muy animado, explicaba a nuestros nuevos amigos, como habíamos decidido hacer esta excursión, como habíamos venido los cuatro, mi ama y mi hermana no querían saber nada de subir al monte y se habían quedado en el hotel y les contaba lo preocupado que yo estaba por si no podía terminar. Todos se rieron y me dijeron que no me preocupara, que seguro que lo hacía mejor que ellos y me daban ánimos pasándome la mano por la cabeza. Si llegan a saber, que de lo a gusto que estaba subiendo, me daban ganas de correr y dejarles a todos atrás para llegar el primero…. Pero no me atreví a decirlo para que no pensaran que quería dar la nota o parecer un “chulito”

Yo iba de los primeros, me encantaba ver como los adultos empezaban a estar cansados, jaaa, jaaa, bueno, la verdad es, que no lo sé, pero todos resoplaban con fuerza tratando de no perder el paso.
Aita me pregunto en varias ocasiones, si me encontraba bien y yo le decía con un poco de rabia, “estoy bien, no estoy cansado” porque no me gustaba que me lo preguntara delante de todos.
Tras varias horas andando, subiendo y más subiendo y con más de un patinazo y algo cansados, después de parecer en varias ocasiones que llegábamos a la cima, por fin, apareció el pico frente a nosotros, el más alto de la montaña, donde había un bonito buzón con forma de castillo y una figura que según nos dijeron, representa a San Francisco Javier junto con un escudo de Navarra.

Habíamos llegado a la cima de la Mesa de los Tres Reyes, con una altura de 2448 mts., según ponía en el buzón. Jaaa, jaaa, me dice uno de los amigos de mi aita, que sirve para que la gente que sube a ese pico, deje su tarjeta de visita, jaaa jaaa, no sé si creérmelo, pero bueno…..

A pesar del cansancio, estoy orgulloso de haber subido hasta aquí, las vistas eran espectaculares, pues como me iban explicando, desde allí arriba se podía ver, Navarra, Aragón y Francia.
Vimos los rayos del sol, aparecer como agujas de colores por entre las nubes y alumbrar las colinas de los montes cercanos, varios con más de 2000 mts. y alguno con más de 3000 mts. Me enseñaban sus nombres y me explicaban las características y dificultades de cada uno de ellos. Casi me daban ganas de decirles a todos que nos pusiéramos en marcha para subirlos ya que estábamos allí.
Pasamos por senderos que habían hecho los animales salvajes de la zona y me decían, a que animal pertenecía cada una de las huellas que veíamos y conocían los distintos tipos de plantas y flores que crecían en esa época del año.
Todo era nuevo para mí y mientras iba comiendo el bocata riquísimo que llevábamos, me deleitaba disfrutando del momento y de la suerte que había tenido por ser capaz de llegar hasta allí como uno más del grupo de montañeros.

Había hecho cumbre en la Mesa de los Tres Reyes y me sentía orgulloso de ello. Este monte y estos recuerdos quedaran marcados para siempre en mi retina.
Pero aún no hemos terminado, como dicen los expertos, un monte no se termina cuando se culmina sino cuando se llega abajo.







Mirando nuestra cultura

























PELOTA MANO

En poder aprenderlo alguna vez,
siempre pongo todo interés.

Dale y dale,
que como tanto vale.

Pared y remontada,
en el frontón es jugada.

Solo o en parejas,
en el frontón la piel te dejas.

A Urrutikoetxea desde las gradas,
le sigue Bizkaia con muchas ganas.

A Retegi y a Olaizola,
yo les hago la ola.



TXISTU

De un palo con tres agujeros,
sale un sonido ligero.

Este hace al 'dantzari' volar
y a los oyentes soñar.

Los 'txistularis' son los que tocan
este instrumento hasta que se agotan.

Con el tamboril y la baqueta,
tocamos con más ritmo 'Retreta'.

Tocando esto con lo otro,
podemos formar un gran alboroto.

Yo lo practico por afición
y también por el CORAZÓN.

Caperucita




















Y Caperucita Roja, soprendida y a media luz, examinaba a su abuelita:

-Abuelita, abuelita,¡qué ojos más grandes tienes!

- ¡Son para verte mejor!- respondió la abuelita, con voz ronca, casi tenebrosa, pero con un falso deje de ancianidad.

Y era ése el instante: el momento en el que el lobo disfrazado de abuelita respondía amenazante sin querer parecerlo. Asomaba la magia justo en el momento en el que yo ya comenzaba a sentir el miedo. Un miedo con regusto, un miedo que casi podía saborear, y que comenzaba a invadirme cada vez que llegaba el pasaje que antecedía a la tragedia.

Me contaba el cuento mi madre, sin ilustraciones, y durante una temporada, cada noche el mismo. Infinidad de noches seguidas, sin tregua, y con gran espacio para la imaginación. Y es curioso cómo cada vez yo iba construyendo detalles o arrinconando aquéllos que se perdían en la desidia. Siempre la misma historia, pero nunca igual.

- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!

- ¡Son para escucharte mejor”- volvía a responder al abuelita, con la misma voz, pero ya más impaciente.

Y mi respiración comenzaba a agitarse. Mi madre sonreía pero yo ya apenas podía verla. Ella casi había desaparecido, pues en mi habitación, a mi lado, estaba el lobo vestido con un camisón blanco de puntillas, con un gorrito a juego, tapado hasta el cuello y en la penumbra, tratando de zamparse a Caperucita Roja. Casi podía tocarle. Lo que no entendía era cómo la niña no se daba cuenta de la trampa, cómo la tonta de ella no era capaz de diferenciar a un lobo de una abuela. Y otra cuestión. Evidentemente, los lobos no hablan. ¿Cómo había aprendido este lobo a hablar? Todo eran incógnitas que nunca llegué a preguntar y que rodeaban de misterio una situación absurda donde las hubiera.

- Abuelita, abuelita, ¡qué nariz más grande tienes!

-¡Es para olerte mejor!- manifestaba el lobo-abuela aspirando aire en pequeñas dosis, repetidamente, con los ojos fuera de las órbitas cegado por la ansiedad.

Y yo ya contenía la respiración. En breves, en un santiamén, llegaría el momento álgido. El momento en el que el poder de la imaginación atacaría todo mi cuerpo con fuerza y destreza. Porque lo que no se puede ver, se recrea “ad libitum”, “a piacere”. La historia ya es nuestra, nos pertenece. Ante el relato o las letras, me convierto en dueña activa. Yo edifico y me transporto y nadie me puede pilotar; si acaso…una historia o unas letras.

- Abuelita, abuelita, ¡qué boca más grande tienes!

Y para entonces, yo ya era incapaz de escuchar nada más. Bajo las sábanas, un inaudible grito se confundía con el rugido inhumano del lobo.





Poesía a mi pueblo "Reinoso de Cerrato"






























En la provincia de Palencia
hay un pueblo encantado
con los cimientos pequeños
pero esta bien situado.

Le rodean pueblos grandes
y con mucha diferencia
pero él no tiene complejo
porque sabe que es la esencia.

Pasa un río por su vera
que le llaman “el Pisuerga”
con los amigos a pescar cangrejos
menudas tardes de juerga!

Tiene playa y tiene río
y bodegas en un alto
para pasar en verano
y volver muy contento.

No hay discotecas
ni tampoco restaurantes
por que quiere ser tranquilo
y acoger bien a los veraneantes.

En Reinoso no hay tranvía
tampoco tenemos metro
pero tenemos un vino
que resucita a los muertos.






La ola inesperada


















Cuando la ola te atrapa,
sientes que el corazón te va a mil.
Porque crees, que
nunca vas a salir.

Piensas que has estado,
3 minutos debajo del agua.
Que en  realidad,
serán 3 segundos de tu vida.

De repente, abres un ojo
y ves todo borroso,
viendo pececitos paseando
y a la vez respirando.

Arena por una parte
y espuma por la otra,
una masa marrón
que al final se forma.

Veo peces azules y rosas,
que en  realidad serán rocas.
Son verdes rojos o amarillos,
¡menudos líos!

En estos momentos ¿que soy,
un pantalón o un calcetín?
Porque siento el tambor de la lavadora,
dentro de mí.

Por fin he salido del agua,
aunque sigo viendo borroso.
Pero, la luz del día
despierta mis ojos.

El viento del sur,
en la calle es agradable.
Pero dentro del agua,
es un contrincante.

Y ahora, mi invento.
Pero ¿dónde te has metido?


¡ya verás si te pillo!





Dame la lata






























Tú dame la lata.
Yo soy tu profe.
Tú mi alumno.
Para eso me pagan.

Tú dame la lata.
Cuestiónalo todo.
Pregúntalo todo.
Critícalo todo.

Tú dame la lata.
Recuérdame lo injusto del mundo.
La estupidez de los adultos.
Las incoherencias del discurso.

Yo intentaré enseñarte a vivir con todo ello.

Tú dame la lata.
Yo ya soy viejo.
Tú aún eres joven.

Tú lo sabes todo.
Yo ya no sé nada.

Tú dame la lata.
No dejes de dármela.
Me quitarías media vida.

(Sin tu pertinente impertinencia yo pronto moriría.)

Tú dame la lata. Pero…

¡No me la des vacía!

No me la des vacía de argumentos.
Vacía de inteligencia.
Vacía de sentimientos.

No me la des vacía.
Sin chispa, sin burbujas.
Sin energía ni refresco.

Dame la lata. ¡Es mi vida!

Pero no me la des vacía.